Artículo de opinión publicado en Diario de Navarra. Miércoles, 13 de septiembre de 2017
Desde hace unos años, San Sebastián se ha convertido en un
referente gracias a su política de infraestructuras ciclistas y está logrando
que la bicicleta sea una de sus grandes señas de identidad. Todo esto, lejos de
ser fruto de la casualidad, ha obedecido más bien a la voluntad, al compromiso
y al esfuerzo mostrados por los distintos agentes implicados en la promoción de
dicho medio. En la historia de este proceso ha habido un hecho significativo
que ha marcado un antes y un después. Se trata de la creación del famoso y, en
su tiempo, polémico carril bici de la Concha.
Sus orígenes se remontan a 1991, cuando la asociación
ciclista Kalapie propuso un diseño de carriles bici, que fue proyectada por el
Ayuntamiento en el barrio de Ibaeta con el fin de facilitar una futura conexión
con el resto de la ciudad. Después de 11 años de pulsos reivindicativos con
manifestaciones, contramanifestaciones y otras movilizaciones, por fin, en el
año 2002 se hizo realidad. Para ello, contó con el apoyo de 75 entidades
ciudadanas, destacando entre ellas, Kalapie y la plataforma ciudadana Bidegorria
Kontxan (Carril bici en la Concha), y también con el compromiso firme del
alcalde de entonces, Odón Elorza.
Se materializó así un carril bici bidireccional, al estilo
de eje radial, desde el barrio de Antiguo hasta la Playa de la Concha. A su
vez, la calzada, vía principal con dos carriles por sentido (con conexión con
la N-1, con la Autopista a Bilbao, con Igueldo y con Universidad) se convirtió
en una vía de circulación motorizada con un único carril por sentido. Hoy,
nadie duda del éxito rotundo de esa doble actuación, tanto para los coches como
para las bicicletas. Por dar un dato, la media de desplazamientos diarios en
bicicleta por el carril bici de la Concha en el mes de agosto de 2016 fue de
5745 (según la Secretaria Técnica de Planificación Territorial de Guipúzcoa).
Si hacemos la comparativa, por su trascendencia, del carril
bici de la Concha con lo que podría ser su equivalente en Pamplona, el futuro
carril bici de Pío XII, lo primero que salta a la vista es que llevamos 15 años
de retraso en políticas de infraestructuras ciclistas respecto de San
Sebastián. Pero, por fin, tendremos un importantísimo eje de movilidad ciclista,
que nos permitirá movernos de manera cómoda y segura, facilitando que el uso de
la bici pueda estar al alcance de cualquiera y que el número de usuarios vaya
incrementándose. Unirá zonas de gran concentración de población y de
desplazamientos habituales: Mendebaldea, Iturrama, Zona Hospitalaria,
Echavacoiz, San Juan, Universidad de Navarra, Casco Viejo, Primer Ensanche,
Barañáin, y además con posibilidades de uso como Camino Escolar Seguro hacia
los diversos centros escolares que se encuentran
a su alrededor.
Con todo esto a favor, podemos pensar en que dicha
actuación, si se hace correctamente, ateniéndose a los correspondientes criterios
técnicos de homologación (por cierto, no estaría de más que fuese pintado, cosa
que, inexplicablemente, no se hace en Pamplona), podría marcar un punto de inflexión y una nueva
etapa en lo que debería ser la creación de una red básica y conexa de carriles
bici. Se trata de una vieja demanda ciudadana, tal y como lo ponen en evidencia
las numerosas encuestas realizadas en Pamplona.
Pero, por otro lado, no conviene olvidarse de los opositores
al carril bici, sean ciclistas o no. Se ha comentado el temor de los
comerciantes a que dicha actuación pueda tener una repercusión negativa sobre
su sector. Sin embargo, numerosos estudios ponen de manifiesto que la afluencia
ciclista favorece al comercio. La Comisión Europea de Medio Ambiente, en la
obra En bici, hacia ciudades sin malos
humos, afirma que
“Los automovilistas no son mejores clientes que los
ciclistas, los peatones o los usuarios de los transportes públicos” o que “Los
ciclistas compran menos cantidad cada vez que van a comprar y van con mayor
regularidad y están más expuestos a la tentación”.
Respecto a los ciclistas contrarios al carril bici, que
también los hay, creo que sus opiniones y críticas son muy respetables, siempre
y cuando sus intervenciones sean en torno al proyecto y sus posibles
alternativas, y no en forma de ataque a las personas que lo defienden, como se
ha dado algún caso, valiéndose de la crítica destructiva y despiadada, que lo
único que hace es descalificarles a sí mismos (¿no será que hay nerviosismo y
miedo ante la posibilidad de que el carril de Pío XII tenga éxito y cree el
efecto llamada para seguir haciendo más carriles bici?). De manera que quienes prefieran
circular por la calzada, coexistiendo con los coches, que lo hagan, pues nadie
se lo va a impedir, faltaría más, pero eso sí, sin poner impedimentos a que
otros puedan hacerlo por los carriles bici, respetando la total legitimidad de
quienes optan por ellos para sentirse seguros y protegidos.
Si de verdad nos importa la bicicleta, pedaleemos, pero
también dejemos pedalear a los demás, pues no sobramos nadie.
Jesús Sukuntza
Ciclista urbano y miembro de la Asociación Medios de Transporte
Saludables (AMTS)