Artículo de opinión publicado en el Diario de Navarra. Lunes 18 de abril de 2016
Si partimos
de algunos de los fundamentos de la movilidad sostenible, como el poner
restricciones razonables a los coches o un reparto más justo y equitativo de la
vía pública entre todos los usuarios, incluido el ciclista, es fácil que nos
fijemos rápidamente en la situación actual de la avenida Pío XII de Pamplona.
En su
kilómetro y medio de longitud, más del 70% de la anchura lo ocupan los
vehículos a motor, y en gran parte de su recorrido dispone de tres carriles de
circulación en cada sentido más espacio de aparcamiento lineal lateral. No
existe en ella calmado de tráfico, ya que la velocidad máxima de circulación
permitida se mantiene en 50 kilómetros por hora, con el consiguiente peligro
para los ciclistas. Se trata, por lo tanto, de un modelo de vía pública donde
se pone de manifiesto el predominio absoluto del coche.
Pues bien,
dicho esto, ¿se imaginan ustedes un carril bici a lo largo de dicha avenida, planificado
según criterios técnicos?
Pío XII reúne
sobradamente los requisitos necesarios para incorporar un carril bici, con un
equilibrio entre el recorrido más corto, más seguro, más cómodo y más
atractivo, y, además de esto, con un coste muy moderado para su ejecución.
Bastaría con reconvertir uno de los carriles de coches anexos a la mediana, en
sentido sur, en un carril bici bidireccional. Para cumplir los requisitos de
comodidad y seguridad, debería contar con una anchura de 2,5 metros, con una
línea discontinua en el medio, a ser posible con el pavimento pintado de rojo,
y estar separado del carril de circulación de tráfico motorizado por medio de
bordillos y bolardos reflectantes de plástico, añadiendo señalización
horizontal y vertical, incluidos los correspondientes semáforos ciclistas.
Esta solución
permitiría una gran conectividad ciclista entre el Casco Viejo y numerosos
barrios con alta densidad poblacional, como San Juan, Iturrama o Mendebaldea, y
con los Hospitales o la Universidad de Navarra y numerosos centros escolares. Serviría
de enlace con el camino que conduce a Barañáin y, en general, como eje radial
hacia toda la periferia sur de la ciudad.
Estamos
hablando de un carril bici muy distinto al que ya existió hace varias décadas
en el mismo recorrido, que no interferiría en absoluto con el transporte urbano
comarcal ni con otros elementos de la vía como contenedores o mobiliario
urbano.
Esta
actuación puede ser, de una vez por todas, el punto de partida para desarrollar
una necesaria y demandada red conexa de vías ciclistas, y contribuiría, en gran
medida, al incremento de usuarios de la bicicleta, entre los que se encuentran
aquellos que a día de hoy no se atreven a utilizarla por miedo a circular por
la calzada entre los amenazantes vehículos a motor. Del mismo modo, se
eliminaría la circulación de ciclistas por las aceras, y con ello los problemas
de convivencia con los peatones, quienes, igualmente, se sienten amenazados por
la presencia de estos vehículos entre ellos.
En
definitiva, se trata de una actuación sencilla en la que, de no hacerlo, el
mayor obstáculo no sería el coste económico, sino la falta de voluntad
política. ¡Así de fácil y así de beneficioso!
Jesús Sukuntza
Ciclista Urbano y miembro del Observatorio de la Bicicleta de Pamplona