Desde
este planteamiento alarmante, podríamos extrapolar la seguridad a otros ámbitos
de la movilidad. De esta manera, todos aquellos que practican footing, con
velocidades que oscilan entre 10 y 15 km/h, estarían expuestos a caídas que
podrían ocasionar los mismos traumatismos graves, debido a tropezones o
resbalones por suelo mojado. Y no digamos ese gran número de jóvenes que corren
los encierros, expuestos continuamente a las caídas y también a ser empitonados
por las astas, que correrían el mismo riesgo o mayor. Con lo cual, a todos
ellos se les tendría que obligar a utilizar el casco. Pero la racionalidad nos
dice que tan malo es el exceso en la autoprotección, como la excesiva dejadez y
despreocupación al respecto.
En
mi opinión, la búsqueda de las soluciones al problema de la seguridad del
ciclista requiere partir de dos premisas: la primera es que el perfil del
ciclista urbano es muy variado. La edad, las condiciones físicas de agilidad,
de reflejos o de fuerza y la destreza con la bici varían mucho de unos a otros.
Y la segunda: al ciclista le asiste el derecho incuestionable de sentirse
seguro y protegido frente al resto de los vehículos a motor.
Todo
esto nos lleva a que la clave de dicha seguridad y protección no estaría en
obligar a utilizar el casco, sino en el establecimiento de un sistema combinado
e integral, de una red básica de vías ciclistas homologado con criterios
técnicos, y de la aplicación de políticas de calmado de tráfico (calles 20 y
30). Además se debería contar con campañas de educación vial en las que se
integre de manera inequívoca a los ciclistas. De esta forma, esa gran cantidad
de ciclistas que no se atreven a circular por la calzada, por una percepción
objetiva y/o subjetiva de peligro, lo harían por las vías ciclistas, y el resto,
en la medida de sus capacidades, lo podría hacer por ambas zonas
indistintamente. El resultado sería que cada uno podría circular por el medio
que más le favoreciera y nadie quedaría excluido. Además, solventaríamos el
problema de la circulación de los ciclistas por la acera. Todos estos
procedimientos no son nuevos, ya están inventados y los defienden la Federación
Europea de Ciclistas y numerosos expertos en políticas de infraestructuras
ciclistas. Así mismo, es lo que se viene haciendo, desde hace décadas, en todos
los países europeos de tradición ciclista, como Holanda, Alemania, Bélgica,
Dinamarca, etc.
Debo
añadir que, aunque estoy en contra de la obligatoriedad del uso del casco en la
ciudad, opino que es razonable que se aconseje su uso, pero creo que la
decisión final ha de tomarla el ciclista en función de su formación ciclista
tras evaluar las circunstancias del desplazamiento.
Jesús
Sukuntza
Ciclista
urbano y miembro de AMTS